20 noviembre 2008

COLUMNA INVITADA

Columna Ojo Crítico
Por Rodolfo Cerdas
La Nación 16.nov.08

Todos estos años los economistas nos impresionaron con sus fórmulas y juegos monetarios, cual modernos brujos con el don divino de la predicción. ¡Pero se han equivocado tanto! Cada vez que surge un problema serio, resultan ser los más desconcertados de que sus artilugios no funcionen. Solo saben repetir la historia.

Con Adam Smith de la mano, manejaron la economía mundial hasta que la crisis les estalló en 1929. Entonces, con millones de desocupados todo EE. UU. y miles de hambrientos reunidos en el frío invierno de Washington (en torno a fogatas callejeras y con sopa del Ejército de Salvación como único alimento), se clamó por empleo y ayuda estatal, pero no para Wall Street sino para ellos, jefes de familia sin nada que llevar a sus hogares y para quienes la inacción del Gobierno y la indiferencia dogmática del “dejar hacer, dejar pasar” los ponía al borde, no de una revolución que solo nace en la cabeza de una sociedad, sino de una revuelta, que brota fácil de la indignación y el horror del hambre en sus bases.

Vinieron entonces Roosevelt y el New Deal (Nuevo Trato) y las teorías de Keynes. Se abandonó el viejo modelo y el mundo salió del foso en que se hallaba; se le reconoció al Estado un papel decisivo en la economía y su ejemplo cundió en todas partes. Allí don Pepe nutrió su pensamiento y de allí nació, con la gran reforma de los 40, la Costa Rica actual.
Cuando el modelo había acumulado muchos errores, se habían olvidado las ventajas del mercado libre y el estatismo y sus vicios tenían carta de soberanía, se levantaron en su contra, aunque también sobre sus realizaciones, Reagan, Thatcher, los Bush y el Consenso de Washington.

La corrección debió ser todo un nuevo paradigma económico, más humano, más equilibrado y mucho más armónico entre el individuo y la sociedad; y entre la sociedad, el Estado y la naturaleza. Pero lejos de eso, lo que se dio fue un movimiento pendular que nos volvió al siglo XIX, como si no hubieran existido ni el cartismo ni el socialismo ni el comunismo ni el fascismo.

Algunos economistas redescubren ahora a Roosevelt y Keynes, como poco antes a Smith y Friedmann. Pero tratan de salvar a los chicos de Wall Street y no a quienes estos hundieron, para seguir en lo mismo. Me pregunto: ¿Será este el momento, no para volver al ineficiente y corrupto intervencionismo, sino para avanzar hacia una gran síntesis histórica, que conduzca a un mundo más justo y equilibrado, donde de verdad el ser humano cuente? Porque, en cuanto a Wall Street, que cumpla su destino. Porque, como dijo don Ricardo Jiménez en el Congreso, “si allí se tira una piedra al aire, de seguro cae sobre la cabeza de un ladrón”.

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