10 octubre 2007

EDITORIAL WASHINGTON POST 09.oct.07

Victoria para Costa Rica
En una región donde los políticos se han caracterizado con demasiada frecuencia por la demagogia, la corrupción la violencia, Costa Rica ha destacado desde hace mucho tiempo como la brillante excepción a la regla. Después de haber abolido el ejército en 1948, el país centroamericano se apresta a completar seis décadas de gobierno democrático ininterrumpido. La más reciente demostración del sentido común del pueblo costarricense se produjo el domingo, cuando el electorado ratificó el Tratado de Libre Comercio Centroamérica y República Dominicana-Estados Unidos (DR-CAFTA por las siglas en inglés), un acuerdo que recorta marcadamente los aranceles entre Estados Unidos y seis pequeños países que se ubican al sur de la Unión Americana.

Estuvo reñido: cerca del 51,5 por ciento del público votó SÍ, para hacer de Costa Rica el último de los países signatarios en ponerlo en práctica. La victoria probablemente hubiera sido más amplia de no haber sido por la publicación, ya avanzada la campaña, de un lamentable memorando interno que mostraba que la campaña por el SÍ, liderada por el presidente Óscar Arias, estaba pensando en tratar de ampliar su margen metiendo miedo entre los votantes sobre oponentes del libre comercio tales como Fidel Castro y Hugo Chávez. El hecho es, sin embargo, que el referendo fue una derrota para el señor Chávez y su populista “Alternativa Bolivariana” al comercio con EE. UU.
También fue una derrota para ciertos miembros del Congreso, mayoritariamente demócratas, quienes públicamente se inclinaron contra la ratificación del Cafta, y que ahora se encuentran en el lado opuesto del asunto a una mayoría de costarricenses. El senador de Vermont, Bernie Sanders, independiente que se alinea con los demócratas, y el representante Michael H. Michaud (demócrata por Maine) hicieron una visita de apoyo a los opositores al Cafta el mes pasado en San José. El líder de la mayoría del Senado, Harry Reid (demócrata por Nevada), y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, escribieron al embajador de Costa Rica en Wash- ington para decir que Costa Rica no necesariamente perdería los beneficios comerciales actuales con los EE. UU. de acuerdo con la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, que expira el próximo setiembre, si el tratado fuera rechazado. Eso hizo que la Casa Blanca emitiera un recordatorio el sábado respecto a que no habría renegociación si el tratado se rechazara; la representante de Comercio de EE. UU. agregó marcadamente que tampoco había garantía de que los beneficios de la ICC se extenderían.

Mucho se ha dicho de estas intervenciones, pero el intercambio de opiniones probablemente se autoeliminó. Es más posible que los costarricenses decidieran el asunto por sus méritos. Uno de los mayores beneficios será el acceso ilimitado al mercado estadounidense del vestido.
El punto más dulce para Estados Unidos es el fin del monopolio estatal existente en los seguros y las telecomunicaciones, pero esto beneficiará a los costarricenses también porque obtendrán precios más bajos y mejor servicio en industrias que anteriormente eran impermeables a la competencia.
En el 2005, un estudio del Banco Mundial encontró que si el Tratado de Libre Comercio sigue el patrón establecido por acuerdos comerciales anteriores, aumentará el crecimiento en más de medio punto porcentual por año en Centroamérica, lo que representa que habrá casi medio millón de centroamericanos pobres menos para el 2010. No sorprende que Costa Rica rechazara el miope consejo de los demócratas en Washington y votara por sus propios intereses.

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